Se
fue Felipe Calderón Hinojosa y, con él, se acaba otro de los gobiernos espurios
que ha experimentado el país (recuérdese Victoriano Huerta o Carlos Salinas de
Gortari) para dejar el poder en un nuevo presidente que proviene de unos
comicios igualmente dudosos (Enrique Peña Nieto). (Mal en democracia)
Luego
de la declaración de la «guerra contra el narcotráfico», el maliciosamente
nombrado jefe del Ejecutivo consiguió uno de sus objetivos principales, que
radicaba en generar temor en la ciudadanía para que ésta no organizara
movilizaciones de presión que desembocarían en retirarlo de la silla
presidencial usurpada. Al menos es una de las hipótesis. Sin embargo, esta
medida le ha costado a la nación mancharse de sangre, experimentar niveles de
violencia propios de países en conflictos bélicos. (Mal en seguridad)
Además,
producto del mismo terror desatado en su sexenio, el ejercicio del periodismo (el
real no el ramplón) se volvió muy peligroso en zonas concretas, convirtiendo al
país en uno de los puntos geográficos más peligrosas para ejercer dicha
profesión. Sumado a lo mencionado, se vivió un estancamiento en materia de
apertura en medios electrónicos, particularmente la televisión, ya que la
información sigue repartiéndose de forma masiva a voluntad de Emilio Azcárraga
(o sea Televisa); ahí sí nadie quiso competencia, sigue habiendo sesgo
informativo. (Mal en libertad de expresión)
Pero,
bueno, lo anterior algunos lo pasan por alto (mal hecho) por lo bien parada que
deja a la economía nacional. ¿Es punto bueno para Calderón el tema económico?
Cierto
es que el mundo se tambaleó a causa de la recesión estadounidense en 2008 y
que, aparentemente, México la libró y no entró en una crisis como la de 1994.
Sin embargo, es falso que las cuentas en la economía sean positivas.
Tres
datos confirman el fracaso económico calderonista: 1) Según el Fondo Monetario
Internacional, el ingreso por habitante
de México creció durante la administración de FCH en un 2.41%, cifra que ese
ubica como la tasa más baja de crecimiento en 25 años del Producto Interno Bruto
per cápita; esto refleja que el mexicano tuvo un poder de adquisición pobre. 2)
Por otro lado, en cifras actualizadas para este 2012, la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico reportó que México es el segundo país con mayor aumento en
los precios de los alimentos, con una alza del 8.7% (respecto a los países que
integran dicha organización). 3) Por último, este año, la misma OCDE calificó a
México como uno de los países con peor calidad de vida dentro de 36 naciones
evaluadas, quedando en el lugar 35, esto conjugando una serie de variables como
lo son el nivel del desempleo, el ingreso económico, los servicios de salud, el
nivel educativo y la expectativa de vida (por mencionar). (Mal en economía)
Está
claro que para los tecnócratas que se van (Calderón, Cordero y Lozano) y los
que llegan (Peña Nieto y Videgaray) la cifra que les gusta manejar es que somos
la economía número 13 a nivel mundial (nada mal, dirían algunos inocentes),
pero esto claramente es a nivel macro. Para la gente de a pie, basta con hacer
un balance en los últimos años como para comprobar que, evidentemente, los
ingresos no crecen al mismo nivel que el precio de los bienes y de los
servicios.
Para
la clase dirigente es obvio que un modelo a seguir de crecimiento es el de China,
prácticamente considerada la segunda economía más importante del mundo. ¿Pero a
qué precio? No es que en China no haya pobreza, al contrario, basta con voltear
al oeste de ese gigantesco país o a las ciudades que no son ni Pekín ni
Shanghái como para darse cuenta de que es una falacia el creer que porque la
macroeconomía va bien la microeconomía sale beneficiada (la falsa idea del
bienestar a causa de la inversión de la iniciativa privada y la apertura
global).
Yo
propondría más bien tomar modelos de crecimiento modestos, en los que la
calidad de vida sea prioritaria y que se traduce en un existir armonioso para
la gente, concretamente guiándonos con fórmulas de países como Finlandia,
Noruega, Suecia, Dinamarca o, en Latinoamérica, Uruguay.
Violencia
desmedida, elitismo económico, desconfianza institucional, decadencia
democrática y poca representatividad, son los resultados de un gobierno que mal
inició y que mal termina.
Calderón
hizo apoteosis de aquello que dicta que «la moral y la política no van de la
mano» o, mejor aún, de eso que Groucho Marx inmortalizó: «la política es el
arte de buscar problemas, hacer un diagnóstico equivocado y ejecutar remedios
falsos».
No
cabe duda, todo lo hizo mal y todo le
salió mal, por consecuencia, a todos nos cargó.
Pero
lo peor está por venir…
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