Pienso en la reciente situación ocurrida en Chipre, su «rescate financiero», y sólo me viene a la mente decir que «nos la aplicaron otra vez».
En
México fue la ejecución del funesto Fobaproa (Fondo Bancario de Protección al
Ahorro), en 1994, bajo el argumento de recapitalizar las bancas que eran
insolventes por sí mismas, tomando recursos del erario para evitar un colapso
del sistema financiero mexicano (igual los afectados fuimos los de siempre, los
de abajo).
Argentina
vivió algo similar en 2001, cuando nuevamente las instituciones financieras de
capital privado se vinieron abajo e, incluso, se comenzaron a tomar medidas
impulsadas por el gobierno en ese entonces comandado por Fernando de la Rúa, en
donde les prohibían a los argentinos retirar dinero de sus cuentas, lo que se
conoció como el «corralito», con el pretexto de evitar un colapso nacional.
Igual hubo colapso, pero por lo menos en aquella ocasión fue para derrocar a un
gobierno que respondía a intereses poco ligados a la convenientica del pueblo.
Entre
2008 y 2010 los españoles comenzaron lo que hoy todavía es una realidad para
ellos: una crisis bancaria acompañada de una burbuja hipotecaria que ha
fomentado en muy buena medida la propagación exponencial de desempleo. Ante
este turbio escenario, otra vez los de arriba, los oligarcas que responden a
poderes de facto bien maquillados (aunque ya no tanto; hablemos de Estados
Unidos y el Fondo Monetario Internacional como los más visibles), implementaron
su famoso rescate financiero, promoviendo medidas de austeridad, pero
austeridad para la sociedad, recortando los recursos para programas de
desempleo, aumentando el IVA e incrementando las tasas de interés.
Ahora
tocó el turno a Chipre. La isla del Mediterráneo recibió un rescate de 10,000
millones de euros provistos por el Eurogrupo, a condición de que se sigan
ciertas reglas con el fin de brindar fijeza a los grandes capitales, para que
los especuladores se sientan tranquilos, pese a las consecuencias que esto
pudiera acarrear. Hoy una persona común y corriente no puede hacer retiros y
transferencias masivas de dinero, aunado a que se han decretado impuestos
«especiales» (por ejemplo, 6,75% a todos depósitos inferiores a 100.000 euros);
la banca electrónica quedó suspendida.
Las
reglas no escritas del modelo neoliberal bajo el yugo del FMI dictan que la
prioridad es la estabilidad macroeconómica, en donde los grandes inversionistas
pueden hacer y deshacer con sus entidades financieras sin importar las
consecuencias, igual la sociedad siempre será dadivosa al momento de no
permitirles colapsar: los pobres forjamos y rescatamos a los ricos.
Esto
siempre ha sido así, a nadie debe sorprender, sólo recordemos lo que versaba en
un tango Enrique Santos Discepolo, eso de que “el mundo fue y será una
porquería ya lo sé; en el quinientos seis y en el dos mil también”.
En efecto, en materia económica, las vacunas contra contingencias ayudan a salir de la gripe a los grandes empresarios pero generan neumonía en los estratos más bajos de la sociedad. El problema es que los discursos se han sofisticado con tecnicismos económicos y lagunas, por lo que se vuelve más difícil identificar cuándo las decisiones financieras son para salvaguardar la micro o macroeconomía (aunque de fondo ambas desgarren a los de abajo). Tal vez te faltó mencionar a Grecia y su compromiso con la Eurozona.
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