jueves, 4 de julio de 2013

ROBO ELECTORAL, COSA DEL PASADO


Esta semana se cumplieron 12 meses de una fecha que califico como fatal, toda vez que fue el punto de inflexión que posicionó a Enrique Peña Nieto para ostentar la silla presidencial, en una elección llena de irregularidades y opacidades, antes, durante y posterior al proceso comicial.

El domingo 1 de julio de 2012, durante la votación, recuerdo haber tenido muchas expectativas, al igual que muchos de mis allegados. Sin embargo, al transcurrir la jornada, en redes sociales comenzaban a atestiguarse procederes ilícitos que realmente fastidiaron una elección en la cual había mucha gente sufragando de muy buena voluntad.

Llegó la noche y luego la madrugada del día 2. En los medios masivos de comunicación se afirmó que Peña era el nuevo presidente de la República. Lo primero que se me vino a la mente fue «nos la aplicaron otra vez».

Sin quererme hacer a la idea, estuve revisando algunas aplicaciones informáticas, las cuales procesaban en tiempo real los votos. Hasta las cinco de la mañana del lunes recuerdo que entre lágrimas de gente muy querida yo seguía pegado a mi computadora, viendo como la tendencia marcaba que Andrés Manuel López Obrador crecía en votos y EPN se estancaba, algo así como una diferencia porcentual del 5%. En mi somnolencia y con mis ridículas ilusiones creí que al despertar iba a ver a AMLO sobre Peña. No fue así. Al otro día el candidato del PRI apareció con 6% más votos.

Con el pasar de los días, y gracias a las redes sociales, cierta parte de la sociedad mexicana nos fuimos enterando de la repartición de tarjetas Soriana y el apoyo de Monex a los candidatos del Revolucionario Institucional, así como los clásicos asaltos a casillas en donde se alteraron resultados.

A mí me quedó claro después de esa elección presidencial de 2012 que era risible pensar que las instituciones y los poderes de facto en México le pudieran dar una remota posibilidad de ganar a un perfil como el de López Obrador, que claramente carga con una propuesta a contracorriente de aquellos que se han dedicado a someter al país y a vivir como auténticos faraones.

Me quedó un sabor de boca amargo al ver que medios, funcionarios, instituciones y demás se volvieron a burlar de mí y de un muy amplio sector de la población, por lo menos la mitad de los mexicanos.

A partir de los pasados comicios quedó claro que el rol que muchos debíamos volver a asumir es el de la contención, toda vez que en los espacios de representatividad y ejecución de recursos hay nula posibilidad de que alguna propuesta con tendencia al beneficio social sea aprobada. Trabajo de contención como el que se hizo en los años posteriores al robo electoral del 2006, aquella vez encumbrando al funesto Felipe Calderón; trabajo de contención como el de generaciones pasadas que lucharon contra otros actores políticos malévolos, persiguiendo en esencia lo mismo: la justicia social.

Más allá de ese golpe seco que supuso la vitoria de Peña Nieto, aquellos ciudadanos de oposición apenas pudimos respirar pues los partidos que consiguieron ciertos escaños en el Legislativo rápidamente se alinearon a lo que dictara la Presidencia y comenzó el desfile de fatídicas reformas estructurales, destacando la laboral y la educativa.

En estos días el escenario electoral de hace un año queda eclipsado (incluso los gastos de campaña) debido a que una amenaza mayor se aproxima a las mesas del Congreso: la Reforma Energética.

Hoy el mexicano políticamente consciente sabe que no es tiempo de lamentarse y recordar los golpes bajos de ayer, creo que es más importante defender un recurso natural clave para el desarrollo de México, el petróleo, porque entregarlo a las trasnacionales nos retrocedería más de un siglo y nos dejaría en la inoperancia.

Los problemas electorales son cosa de risa ante el inminente estado de alerta en el que los mexicanos debemos estar, antes de que los entreguistas de siempre (neoliberales priistas, panistas y algunos perredistas) nos dejen en la ruina económica. En otras palabras, la consigna que toca enfrentar a un año del fraude electoral es la de defender el petróleo.

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