Desde que tengo memoria
política, siempre ha existido la figura dictatorial de los Estados Unidos, un
ente que impone lo bueno y lo malo, el rumbo que debe tomar el mundo respecto a
casi todos los temas. Al decir Estados Unidos no
me refiero a los ciudadanos de a pie, más bien a esos grupúsculos que conforman
banqueros, trasnacionales, especuladores y líderes políticos, quienes mueven
los hilos del mundo. EU actúa como le place sin
tener que rendir cuentas al resto de las naciones, haciendo y deshaciendo a
placer y conveniencia.
A principios de los años noventa recuerdo que George Bush papá se entrometió en un conflicto entre Irak y Kuwait, arrastrando a todos sus países aliados con la excusa de defender territorio kuwaití y frustrar un presunto atentado contra su persona (la Guerra del Golfo Pérsico). Una década después, George W. Bush (el hijo) entró a Irak so pretexto de evitar el uso de armas de destrucción masiva y para desarticular a la red terrorista Al Qaeda. Luego de las dos intervenciones estadounidenses en Medio Oriente, el mundo entero tiene claro que las intenciones de los norteamericanos tenían un propósito distinto al pregonado de manera oficial; la versión que a mi juicio más se apega a la realidad es la de conquistar territorios para la explotación de recursos naturales, principalmente el petróleo.
Las consecuencias en Irak
hoy en día son fatales, reina el caos y la ingobernabilidad. Y EU como si nada
hubiera pasado, pues ningún miembro de la comunidad internacional los reprimió
de facto por los desastres ocasionados. En estos días, la suprema
nación es capaz de descaradamente aceptar que espía a otros países, de
restregarles en la cara que ellos, EU, son la supremacía y que su seguridad es
el principal objeto de protección internacional, por lo cual vale tomar
cualquier medida.
Actualmente, EU orquesta una
campaña de aislamiento e intento de detención del ex agente de la CIA, Edward
Snowden (quien reveló la maliciosa maquinaria de espionaje norteamericana), al
grado de poner en riesgo la vida de un presidente latinoamericano, el boliviano
Evo Morales, a quien bajo la sospecha de que a su regreso de una gira por Moscú
presuntamente ayudaría a Snowden a huir, le fue negada la posibilidad de que el
avión que tripulaba aterrizara en algunos países europeos alineados, como
Portugal, Francia o España. Hasta el cierre de esta columna puros dichos y
ninguna consecuencia real por ese hecho. Hace unos días leía alguna
declaración que soltó el propio Snowden, en el sentido de que para él el peor
escenario ya estaba ocurriendo, pues la intromisión estadounidense en un hecho
que debería se meritorio de una condena generalizada, tanto de naciones como de
ciudadanos, por violar las libertades globales, y que sin embargo ha quedado
impune, sólo se ha caído en un juego de demagogia en donde los países se
pronuncian tibiamente exigiendo explicaciones pero para nadie ha tomado medidas
concretas. De hecho, la actual crisis
internacional de espionaje se da en el marco de las negociaciones de un tratado
de libre comercio entre EU y la Unión Europea, acercamiento que uno pensaría que podría
quebrantarse, al existir algún grado de tensión global; nada más lejos de la
realidad, lo comercial y lo financiero no se ha trastocado en absoluto.
«Que me odien con tal de que
me teman» (Calígula César)
Da la impresión de que la
misma narrativa que ha utilizado Israel después de la Segunda Guerra Mundial es
la que a EU le ha funcionado en la más reciente década, legitimando cualquier
acción en nombre de su seguridad, en este caso particular luego del coyuntural
atentado del 11 de septiembre de 2001.
Creo que una buena muestra
del sometimiento mundial respecto EU es la actitud que muestra México ante el
vecino del norte, tratando de dejar que la cosa fluya en torno a temas de
primera línea como el incremento en la vigilancia fronteriza (Reforma
Migratoria; una medida reaccionaria) y el propio escándalo de espionaje que,
tras las revelaciones de Snowden, se dice que los estadounidenses habrían
estado violando la soberanía mexicana al parar oreja en temas tan
trascendentales como el energético y el del narcotráfico.
Al mundo parece no
interesarle eso que salió de la mente del revolucionario mexicano Emiliano
Zapata: «mejor morir de pie que vivir arrodillado».
Bastante atinado y verídico tu publicación.
ResponderEliminarSaludos
Armando y Maris