Después de 101 días de la
administración de Enrique Peña Nieto tengo que decir que ha hecho apología al
término gatopardismo ("si queremos que todo siga como está, necesitamos
que todo cambie”, Giuseppe Tomasi di Lampedusa, 1958).
El golpe mediático más importante
sin duda ha sido la aprehensión de la ex lideresa sindical Elba Esther
Gordillo, que hasta el cansancio ya se ha dicho no representa ningún cambio de
fondo en el sindicalismo, mucho menos alguna modificación positiva en los
esquemas de educación, pues al dedazo (igual que en su momento fue Gordillo) se
eligió como cabeza del Sindicato Nacional de Trabajadores para la Educación a Juan
Díaz de la Torre.
Por otro lado, una medida que
durante muchos años hemos reclamado distintos sectores de la población es la
apertura del duopolio televisivo, Televisa-TV Azteca, hecho que “aparentemente”
(de dientes para afuera) se estaría materializando con la Reforma a las
Telecomunicaciones que en pasados días signaron el Ejecutivo Federal y los
miembros del inocuamente aplaudido Pacto Por México (PRI, PAN y PRD). Lo que
demandamos los que apostamos por la pluralidad en los medios electrónicos es
que los contenidos y el manejo de los mismos sea heterogéneo. Sin embargo, la
mencionada reforma estaría contemplando la inclusión de dos nuevas compañías de
televisión abierta, mismas que estarán dominadas por Carlos Slim (Uno TV) y
Olegario Vázquez Raña (Cadena Tres / Grupo Imagen), claros empresarios alienados
con los que ostentan el poder (oficial y de facto). Para colmo, agregar que lo
que perderán de ganancias Emilio Azcárraga (dueño de Televisa) y Ricardo
Salinas Pliego (dueño de Azteca) lo recuperarán con su inclusión en el servicio
de telefonía.
Dos medidas que modifican el
panorama político en su imagen pero que de fondo no apelan a los mismos
objetivos de hace 30 años; el engranaje sigue caminando.
PAPA NUEVO, PRÁCTICAS DE SIEMPRE
La prensa carente de crítica
desde ya nos dictó que el nuevo pontífice, cardenal Jorge Mario Bergoglio, el
Papa Francisco I, se encarama como un líder religioso de cambio, de apertura,
sólo por ser jesuita.
En cambio, la prensa crítica, de
entrada ya nos recordó que el líder de la Iglesia Católica de origen argentino
se codeó con dictadores de aquel país sudamericano, fue indiferente a
desapariciones forzadas, protegió a criminales, se ha pronunciado en contra de
los homosexuales y ha vertido comentarios misóginos.
Yo me quedo con la parte crítica
y, por lo mismo, creo que Bergoglio cubre perfectamente los requisitos de sus
antecesores que han sido omisos ante casos de corrupción, encubridores de
pederastas y han pasado por alto grandes abusos contra la humanidad.
Creo como creía Friedrich
Nietzsche que si existió Dios «parece que lo mataron los hombres». La religión
católica, como muchas otras, ya sólo sobrevive de la tradición pues las élites
se están encargando de desacreditarla en cada traición a la palabra que
practican.
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