sábado, 31 de agosto de 2013

DÍAS DE RESISTENCIA


Sólo en una democracia fallida como la mexicana el régimen presidencial representativo hace cualquier cosa menos representar a la ciudadanía. De igual forma los miembros del Poder Legislativo, quienes se abocan a presentar iniciativas, discutirlas y aprobarlas sin tener la menor intención de incluir dentro de sus metas el beneficio social.

En el caso de la Reforma Energética oficialista, parece que los 628 legisladores federales se toman su trabajo sin considerar la opinión de más de la mitad de los mexicanos, mismos quienes mostramos a priori repulsión por el proyecto reformista. A ellos les importa poco, están plantados en sus curules sólo para fanfarronear y exponer sus avances en términos del discurso demagógico.

Por supuesto que del lado del Ejecutivo no se podría decir menos, con un presidente que llegó al cargo después de unos comicios fraudulentos, en el mejor de los casos con menos de la tercera parte del electorado aprobándole.

El sistema político de representación mexicano es un verdadero desastre, por tanto, la discusión de cualquier iniciativa trae consigo una gran falla de origen, toda vez que quienes están ocupando los espacios que teóricamente dan voz a la ciudadanía, simplemente responden a intereses  particulares o a cotos específicos de poder.

No sorprende desde esta perspectiva que en materia de seguridad, por ejemplo, hayan surgido los famosos grupos de autodefensa, ante la carencia de respuestas por parte de las instancias de seguridad en el país. Es obvio que como consecuencia a la perversamente fallida Reforma Educativa el sector disidente del magisterio se haya alzado para reclamar sus intereses fundamentales, los que tienen que ver con el trabajo justo, equitativo, sin trampas administrativas. Y también era de esperarse que como réplica a la madre de las reformas fatales, la energética, la sociedad reflexiva, despierta y consciente encendiera los focos de alarma ante el atropello masivo que pretenden hacer los funcionarios serviles a intereses plutocráticos, dejando en claro que lo que se busca es entregar la renta petrolera a grandes tiburones estandartes del neoliberalismo, con la ausencia de algún beneficio para la propia nación.

Ahora que se aproxima la «discusión» (o más bien simulación de debate ante una iniciativa que seguramente ya viene planchada desde ese instrumento de pseudo legitimación que es el Pacto Por México) de la engañosamente publicitada Reforma Energética, a mi juicio es momento de dejar todo lo que se esté haciendo  y mostrarles a esos bolonios individuos (en este caso diputados y senadores) el verdadero músculo, cerebro y corazón político de México, para que se den cuenta que el siquiera pensar en quitarnos un recurso natural clave para el desarrollo no es más que literalmente una ofensa, una verdadera burla para quienes vivimos al día, las personas de carne y hueso.

Creo que es necesario que se marque un precedente para que no nos vuelvan a aplicar la misma de siempre, esas medidas «modernizadoras» que antes nos presentaron con cara de rescate bancario (Fobaproa), Tratado de Libre Comercio, privatización de la telefonía, la banca y la disolución de Ferrocarriles de México, circunstancias históricas suscritas a eso de que «México es el paraíso de la corrupción», en donde las autoridades brillan por sus omisiones y la ciudadanía por su incansable somnolencia. Es de primera necesidad establecer un «estate quieto» a todos esos atropellos que realiza la oligarquía a plena luz del día, sin el menor reparo, no obstante que a la mayoría nos tienen ya de por sí hundidos.

Se vienen tiempos difíciles, de resistencia, o sea los tiempos de siempre, pero específicamente en México nos debatiremos entre ser esa sociedad agachona, condescendiente o finalmente alzarnos y mostrar que ese ente heterogéneo llamado sociedad tiene dignidad y arrestos suficientes como parar en seco lo que representaría el quitarnos 40% de nuestros recursos públicos (de aprobarse la Reforma Energética de Peña Nieto) y recuperar lo que las arcas públicas dejarían ir con la aplicación de impuestos en productos que mayoritariamente las clases medias-bajas consumimos (la aprobación del IVA en alimentos y medicinas).

No se equivocan aquellos que piensan que en estos días sólo hay de dos sopas: o se está con el pueblo o contra el pueblo, no hay más.

Evocando a Juárez, es indispensable que «luchemos con lo que podamos hasta que podamos», no hay más.

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