Hay dos premisas que
envuelven la actual coyuntura magisterial: primeramente, el hecho de que para
nadie es un secreto que la educación en México es deficiente y, en segundo lugar,
la mala fama que las organizaciones magisteriales en el país tienen,
principalmente por la figura de corrupción fáctica y simbólica que representada
la cúpula del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), cuya
figura alegórica es la hoy presa Elba Esther Gordillo.
Las dos características
descritas con anterioridad han dado pie a que en torno a la Reforma Educativa se
vislumbren un par de elementos que, a su vez, han provocado la polarización social,
en el marco de las actuales movilizaciones de la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación (CNTE), en la ciudad de México. Primero, está la
inconformidad por la la Ley del Servicio Profesional Docente que el Legislativo
pretende aprobar, que como estandarte tiene a la famosa evaluación de los maestros;
como segundo elemento, está el manejo mediático del tema educativo, especialmente
el discurso que promueven las dos principales televisoras del país (Televisa y
TV Azteca).
Respecto a la Ley del
Servicio Profesional Docente (repudiada por la CNTE), es evidente que la
propuesta elaborada por el Poder Ejecutivo federal trae consigo una esencia
punitiva y de inequidad, pues se insinúa que las evaluaciones a los profesores
y sus respectivas sanciones pueden ser la piedra de toque para cambiar el rumbo
educativo en México. Para mí, como ya lo había apuntado en otro artículo, la
crisis de la educación en el país tiene que comenzar a solucionarse,
primeramente, desde la preparación de los docentes, no condicionada sino
incentivada, para que éstos, a su vez, sean el vehículo portador del conocimiento
hacia los alumnos, quienes deben asistir a clases en condiciones dignas,
óptimas y motivantes (que tendría que ver también con el progreso en otros
ámbitos como el económico o el de la seguridad). A esto agregaría el hecho de
que la educación debe ser incluyente, respetando costumbres y tradiciones
propias de un México tan heterogéneo como desigual, involucrando en el diseño
de programas y metodologías de enseñanza a los propios maestros y a
especialistas en la materia.
Conviene señalar que la
evaluación a los maestros es una distinción gravísima a los derechos laborales
de éstos, toda vez que quedarían como los únicos trabajadores al servicio del
estado cuyos trabajos estarían condicionados a exámenes que no se sabe quién va
a delinear, quién va a calificar y bajo qué criterios lo harán. De viva voz, he
escuchado a miembros de la CNTE que no están (a priori) en contra de una
evaluación, sin embargo, lo que desaprueban es la esencia de dañina, de
incertidumbre y laboralmente discriminatoria que se está proponiendo. Al
respecto, sólo agregaría una frase que encontré en redes sociales y que me
parece reveladora: "Si se trata de evaluar... Por Peña hay que
empezar".
Por otro lado, en el
apartado del manejo mediático de las manifestaciones de la CNTE, está claro que
la satanización de los maestros tiene que ver con intereses ocultos de las
televisoras, que responden a un discurso con metas y objetivos claros (privatizar
la educación, por ejemplo). Evidentemente, los dos principales medios
electrónicos en México defienden el proyecto presidencial de la Reforma
Educativa y, para ello, se han valido de herramientas tan añejas como eficaces
para desprestigiar al magisterio.
Hace unos días, por mera
curiosidad, encendí la televisión y sintonicé el canal principal de Televisa. Ahí,
se transmitía un programa especial en torno a la Reforma Educativa, abordando
principalmente los “malestares” que provocaban las movilizaciones de la CNTE,
con la figura del periodista “estrella” Joaquín López-Dóriga exigiendo a las
autoridades que de una buena vez usaran la fuerza pública para reprimir a los
maestros, omitiendo cualquier consideración hacia la postura de los
trabajadores.
Esencialmente,
estamos ante el escenario de siempre: un gobierno que busca legalizar
atropellos a los derechos laborales (en este caso de los maestros), un grupo
que, inconforme, busca defenderse en una lucha de David contra Goliat (la CNTE
contra el gobierno) y una población dividida entre quienes viven hipnotizados
por los medios tradicionales (aquellos que califican a los maestros como
«flojos, buenos para nada») y la gente que analiza el trasfondo de lo que
sucede.
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