martes, 3 de septiembre de 2013

EL JUSTO VALOR DE LA CNTE


Hay dos premisas que envuelven la actual coyuntura magisterial: primeramente, el hecho de que para nadie es un secreto que la educación en México es deficiente y, en segundo lugar, la mala fama que las organizaciones magisteriales en el país tienen, principalmente por la figura de corrupción fáctica y simbólica que representada la cúpula del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), cuya figura alegórica es la hoy presa Elba Esther Gordillo.

Las dos características descritas con anterioridad han dado pie a que en torno a la Reforma Educativa se vislumbren un par de elementos que, a su vez, han provocado la polarización social, en el marco de las actuales movilizaciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), en la ciudad de México. Primero, está la inconformidad por la la Ley del Servicio Profesional Docente que el Legislativo pretende aprobar, que como estandarte tiene a la famosa evaluación de los maestros; como segundo elemento, está el manejo mediático del tema educativo, especialmente el discurso que promueven las dos principales televisoras del país (Televisa y TV Azteca).

Respecto a la Ley del Servicio Profesional Docente (repudiada por la CNTE), es evidente que la propuesta elaborada por el Poder Ejecutivo federal trae consigo una esencia punitiva y de inequidad, pues se insinúa que las evaluaciones a los profesores y sus respectivas sanciones pueden ser la piedra de toque para cambiar el rumbo educativo en México. Para mí, como ya lo había apuntado en otro artículo, la crisis de la educación en el país tiene que comenzar a solucionarse, primeramente, desde la preparación de los docentes, no condicionada sino incentivada, para que éstos, a su vez, sean el vehículo portador del conocimiento hacia los alumnos, quienes deben asistir a clases en condiciones dignas, óptimas y motivantes (que tendría que ver también con el progreso en otros ámbitos como el económico o el de la seguridad). A esto agregaría el hecho de que la educación debe ser incluyente, respetando costumbres y tradiciones propias de un México tan heterogéneo como desigual, involucrando en el diseño de programas y metodologías de enseñanza a los propios maestros y a especialistas en la materia.

Conviene señalar que la evaluación a los maestros es una distinción gravísima a los derechos laborales de éstos, toda vez que quedarían como los únicos trabajadores al servicio del estado cuyos trabajos estarían condicionados a exámenes que no se sabe quién va a delinear, quién va a calificar y bajo qué criterios lo harán. De viva voz, he escuchado a miembros de la CNTE que no están (a priori) en contra de una evaluación, sin embargo, lo que desaprueban es la esencia de dañina, de incertidumbre y laboralmente discriminatoria que se está proponiendo. Al respecto, sólo agregaría una frase que encontré en redes sociales y que me parece reveladora: "Si se trata de evaluar... Por Peña hay que empezar".

Por otro lado, en el apartado del manejo mediático de las manifestaciones de la CNTE, está claro que la satanización de los maestros tiene que ver con intereses ocultos de las televisoras, que responden a un discurso con metas y objetivos claros (privatizar la educación, por ejemplo). Evidentemente, los dos principales medios electrónicos en México defienden el proyecto presidencial de la Reforma Educativa y, para ello, se han valido de herramientas tan añejas como eficaces para desprestigiar al magisterio.

Hace unos días, por mera curiosidad, encendí la televisión y sintonicé el canal principal de Televisa. Ahí, se transmitía un programa especial en torno a la Reforma Educativa, abordando principalmente los “malestares” que provocaban las movilizaciones de la CNTE, con la figura del periodista “estrella” Joaquín López-Dóriga exigiendo a las autoridades que de una buena vez usaran la fuerza pública para reprimir a los maestros, omitiendo cualquier consideración hacia la postura de los trabajadores.

Esencialmente, estamos ante el escenario de siempre: un gobierno que busca legalizar atropellos a los derechos laborales (en este caso de los maestros), un grupo que, inconforme, busca defenderse en una lucha de David contra Goliat (la CNTE contra el gobierno) y una población dividida entre quienes viven hipnotizados por los medios tradicionales (aquellos que califican a los maestros como «flojos, buenos para nada») y la gente que analiza el trasfondo de lo que sucede.

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