jueves, 1 de agosto de 2013

NO AL IVA EN ALIMENTOS Y MEDICINAS


Se ha dicho hasta el cansancio que la medida complementaria de la Reforma Energética es la eliminación de la tasa cero en alimentos y medicinas. El proyecto peñanietista está encaminado a gravar los alimentos y las medicinas con un Impuesto al Valor Agregado (IVA), eso es lo que se ha escuchado en declaraciones del propio jefe del Ejecutivo y su séquito, incluso explícitamente dicho por el PRI, que ya ha adecuado sus estatutos en pasados meses para que esa medida se lleve a cabo.

Ya algunos portavoces del proyecto neoliberal que representa el oficialismo mexicano se han pronunciado en favor de la mencionada Reforma Fiscal, encabezando dicho bombardeo discursivo (al igual que en temas energéticos) entes que no sé dónde se han ganado algún prestigio, como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) —encabezada por José Ángel Gurría, secretario de Hacienda y de Relaciones Exteriores durante el sexenio de Ernesto Zedillo—, organismo que ha recomendado al gobierno mexicano seguir la tendencias mundiales de algunos países desarrollados (igual que el Consejo Coordinador Empresarial o la consultora global KPMG) aplicando las citadas reformas estructurales.

No hay duda, al cobrar IVA en alimentos y medicinas es un hecho que aumentará la recaudación fiscal porque, como ellos «atinadamente» dicen, ricos, pobres, delincuentes y cualquier tipo de persona pagará impuestos al adquirir productos de primera necesidad; pero el problema radica en el espíritu de la reforma.

Y es que uno se pregunta:

Primero, ¿por qué las autoridades no se ocupan en hacer que las empresas más poderosas de México (según el Banco Interamericano de Desarrollo, 48% de las empresas en nuestro país evaden impuestos) sean las que más aportaciones hagan al fisco, eliminando las trampas fiscales legales (que no legítimas), como la grosera condonación del SAT a Televisa por 3 mil millones de pesos? Segundo, ¿y si mejor establecemos topes salariales a funcionarios de primer nivel (Ejecutivo, Legislativo, Judicial y organismos autónomos)? Yo creo que pagándoles unos 20 mil pesos mensuales se vería quién sí tiene ganas de servir al pueblo y quiénes sólo persiguen la ordeña de las finanzas públicas. Tercero, ¿qué tal establecer topes máximos en gasto corriente?, para que no se nos vayan millonarios recursos de las arcas estatales en cajas chicas, asesores, autos de lujo y teléfonos móviles. Y cuarto, ¿por qué no aumentamos el IVA en artículos de lujo?, para hacer hincapié en eso de que «el que tenga más que pague más».

Qué bueno que en Dinamarca paguen el 25% de IVA en alimentos y medicinas, está muy bien, pero les recuerdo a los impulsores de la Reforma Fiscal que esto es México, el país en donde vive el hombre más rico del mundo, en el que según la propia OCDE (quién los entiende) en 2011 las familias más ricas del país poseían 26 veces más ingresos que las más pobres. Una reforma de esa índole sólo es debatible a condición de que la calidad de vida de los mexicanos sea semejante a la de los daneses.

Es importante también hacer referencia al reciente pronunciamiento de Hugo Beteta, subdirector regional de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), quien aseveró que el aplicar el proyecto de Reforma Fiscal impulsado por Enrique Peña Nieto propiciaría un aumento del 1.9% en la pobreza extrema y hasta un 3.1% en la pobreza urbana moderada, a consecuencia de que la medida está enfocada en exprimir más los bolsillos del pobre que del rico, pues, como dieron a conocer los académicos Alejandro López Bolaños y Josefina Morales Ramírez del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, la población con menores ingresos en el país destina un 52.3% de sus recursos en la adquisición  de alimentos, mientras que la clase social con mayor poder adquisitivo ocupa un 28.4% de su gasto para la compra de esos mismos productos.

No se equivoquen, todo es parte del mismo proyecto (Reforma Fiscal y Reforma Energética), para beneficiar a los mismos de siempre, a los que más tienen.

El llamado (cuando no) es a la resistencia, porque ni Dios va a escuchar las propuestas encaminadas a la justicia social. Esto lleva siglos siendo así y no veo para cuándo concluya. Y cuidado que los plutócratas no se cansan; no parece descabellado que quieran cobrar el famoso impuesto por tener ventanas en las casas, como ocurría en México por ahí del siglo XIX.

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