Hace aproximadamente un año
manifestaba a mis cercanos la preferencia que tenía porque en las elecciones
presidenciales de Estados Unidos ganara el entonces candidato a reelegirse
Barack Obama, demócrata, por encima de Mitt Romney, republicano, bajo el
sustento de que más allá de una nula agenda beneficiosa de los contendientes para
con para México y América Latina (en general), sí veía en el hoy reelecto
mandatario un discurso antibélico que por lo menos marcaba cierta distancia con
la clase política más perjudicial para el mundo, diferensiándose en su momento
de su satánico antecesor George W. Bush.
Y es que Obama desde que
ganó su primer periodo presidencial, en 2009, siempre pregonó su postura en
contra de la ocupación gringa en Irak, apostando por la salida de sus tropas de
aquel país oriental.